Al crearte, Dios te equipó con un aparato emisor y receptor: la oración.

martes, 18 de mayo de 2010

* Juan Pablo II


Oración de Juan Pablo II
Querido hermano enfermo, si alguien o algo te hace pensar que has llegado al final del camino, ¡no le creas! Si conoces el Amor eterno que te ha creado, sabes también que, dentro de ti, hay un alma inmortal.
Existen varias estaciones de la vida; si acaso sientes que llega el invierno, quiero que sepas que esta no puede ser la última estación, porque la última será la primavera: la primavera de la resurrección.

La totalidad de tu vida se extiende infinitamente más allá de sus fronteras terrenas: prevé el cielo.

* Santa Cruz de Jerusalén *


18 de mayo de 2010.


* Santa Cruz de Jerusalén *

Esta oración fue encontrada sobre la sepultura de Jesucristo en 1509 y enviada por el Papa al emperador Carlos cuando partió con sus ejércitos a combatir a sus enemigos y este la envió a San Felix en Francia.

El que lea esta oración, la oiga leer o la lleve consigo, no se quemará ni se ahogará, ni podrá ser envenenado con ningún veneno, caer en manos de sus enemigos o ser vencido en las batallas.
Si una mujer se halla encinta y lee, oye leer o lleva consigo esta oración, saldrá pronto de su cuidado, será siempre tierna madre, y colocando la misma oración a la derecha de su criatura, cuando haya nacido, la preservará de 82 accidentes.

El que lleve esta oración consigo nunca sufrirá de epilepsia, y cuando se vea que una persona cae atacada por este mal, bastará colocar esta oración a su derecha para que se levante como si nada hubiera pasado.


El Señor ha dicho que se bendecirá al que escriba esta oración para sí o para otros.

El que se burle de ella o la desprecie recibirá el castigo del cielo. La casa que tenga esta oración se verá exenta de los peligros del rayo y del trueno, y el que la diga diariamente recibirá tres días antes de su muerte el aviso del cielo.

¡Oh, Santa Cruz!, madero hermoso en donde murió mi Señor, para darme eterna luz y librarme del contrario, ante ti me humillo y reverente imploro a mi Señor Jesucristo que por los padecimientos que sobre ti recibió en su santísima Pasión, me conceda los bienes espirituales y corporales que me convengan.

Elevada ante el mundo eres faro luminoso que congregas a tu alrededor a la cristiana grey para entonar cantos de gloria al Cristo Rey, al Dios Hombre, que siendo dueño de todo lo creado, permitió ser crucificado sobre ti para la redención del género humano.

Sobre ti se operó el asombroso misterio de la redención del mundo; desde entonces, libre el cristiano del pecado original, puede llamarse hijo de Dios Eterno y aspirar a la gloria celestial ¡Bendita seas! Por los siglos de los siglos fuiste entre los paganos signo de baldón y afrenta; y hoy eres emblema del cristiano y esperanza para ser perdonado por el sublime sacrificio de mi Señor Jesucristo, a quién esperamos servir y honrar por toda la eternidad. Amén.

Santa Cruz donde mi Jesús expiro para darnos luz, recibe mi reverencia, ¡oh, preciosa y Santa Cruz!

El camino que nos marques en el mundo seguiremos, que a la Cruz siempre abrazados con su signo venceremos. A tus plantas hoy me encuentro, mi Divino Redentor. ¡Ay!, que con santa paciencia cargue en el mundo mi cruz.

La Santa Cruz baje y extienda, y de todo mal y peligro la Santa Cruz nos defienda.

¡Oh, Dios omnipotente!, que sufriste en la cruz la muerte para redimirnos de nuestros pecados.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, sé mi verdadera luz.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, ten piedad de mi.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, sé mi esperanza.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, aleja de mí toda arma cortante.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, derrama en mi alma el bien.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, aleja de mí todo mal.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, hazme entrar en el camino de la salvación.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, aleja de mí todo temor a la muerte.

¡Oh, Santa Cruz de Jesucristo!, presérvame de todos los accidentes temporales y corporales para que pueda adorarte siempre, así como a Jesús Nazareno, a quien imploro para que tenga piedad de mí. Haz que el espíritu maligno visible o invisible huya de mí por todos los siglos de los siglos. Amén.

Haz que el espíritu maligno huya de mí por todos los siglos de los siglos, en honor de la preciosa sangre de Jesucristo y de su penosa muerte; en honor de su resurrección y de su encarnación divina, por medio de la cual puede conducirnos a la vida eterna.

Que así como es cierto que Jesucristo nació en Navidad, que ha sido crucificado el Viernes Santo, que José, y Nicodemo bajaron a Jesucristo de la Cruz, y que subió al cielo, que así se digne liberarme de los ataques de mis enemigos, visibles e invisibles, desde hoy y por los siglos de los siglos. Amén.

Dios Todopoderoso, en tus manos entrego mi alma, Jesús, María, José, Ana y Joaquín.

Jesús mío, por la amargura que sufriste por mí en la Santa Cruz, principalmente cuando tu alma sagrada se separó de tu cuerpo, ten piedad de mi alma cuando se separe de este mundo.

¡Oh, Jesús!, concédeme el valor de soportar mi cruz a imitación tuya. Enséñame a llevar con paciencia todos mis sufrimientos y que mi temor a ellos se convierta en virtud. Que la omnipotencia del Padre se digne cubrirme con la sabiduría del Espíritu Santo. Dígnate recibirme y conducir mi alma a la vida eterna. Amén. Amén.


(Con Licencia Eclesiástica).

LN 04.

Catedral Metropolitana de la Ciudad de México